Confiando en Oyasama
2021/12/01
Cierta vez, Oyasama dijo:
«Te estaba esperando, te estaba esperando»
Cuando no sabemos qué hacer al encontrarnos ante alguna enfermedad o algún problema circunstancial, en contra de la lógica, solemos entregarnos sinceramente arrojándonos al seno de Oyasama. Esto se debe a que ya no hay cabida al orgullo y las apariencias.
Nos presentamos ante Oyasama, eternamente viva, e inclinamos la cabeza en silencio. Le contamos todo sobre el dolor que hemos sentido en el corazón.
Al principio, es posible que no escuchemos respuesta alguna ni veamos que nada suceda. Sin embargo, al cabo de un rato, nuestro cuerpo entero comienza a calentarse gradualmente. Entonces, puede que oigamos una voz llamándonos: «Ven por aquí, ven por aquí». Una voz tierna, casi susurrante, nos dice: «Debió ser muy doloroso y agobiante. Tanto has aguantado, tanto te has esforzado. No hay necesidad de que sientas más dolor, has sufrido mucho. No debes culparte».
Oyasama nos libra de la culpa y nos hace sentir paz y tranquilidad al saber que Ella nos acepta tal como somos. Es la sensación de recobrar el aliento tras disolverse eso que teníamos atascado en el pecho.
De repente, percibimos una mirada cariñosa sobre nosotros como si dijera: «Puedes apoyarte en mí. No hay nada de qué preocuparte porque siempre estaré protegiéndote». ¡Es la mirada de Oyasama que permanece eternamente viva! Ella se encuentra sonriente enfrente de nosotros.
Las cosas que no podemos contar a nadie podemos confiarlas a Oyasama. Podemos consultarle incluso aquello que, por vergüenza, no podemos hablar con otros. Ser escuchados por Oyasama nos trae alivio al corazón, y este se nutre brindándonos calor. La esperanza se aviva con vigor.
No hay mayor prueba de que Oyasama trabaja eternamente viva para todos nosotros que esto. Y no hay nada más grato ni valioso que su presencia en vida eterna.
Nuestra fe hacia Oyasama suele comenzar por mostrarle lo más íntimo de nuestro ser.