El monte del tesoro

En un mar en calma, una columna de fuego irrumpe de repente. Una montaña de fuego emerge del agua con estruendo, dando lugar a la aparición de un gigantesco volcán submarino en la superficie.

La isla volcánica pareciera haberse formado en un instante. Sin embargo, bajo el mar, la actividad volcánica se fue desarrollando intensa y continuamente, empujando el lecho marino hacia arriba de forma gradual.

Así, los esfuerzos discretos y constantes se asemejan a la actividad volcánica submarina. En la oscuridad donde la luz no llega, por más que nos esforcemos, no vemos los resultados esperados y a menudo nos sentimos frustrados o que todo es en vano. Sin embargo, al cruzar cierta línea, los esfuerzos aparentemente sin sentido comienzan a formar conexiones inesperadas y, mediante una extraña reacción química, renacen como hermosos cristales. Es como si un volcán emergiera de repente a la superficie desde el fondo del mar. En otras palabras, la clave está en perseverar en los esfuerzos hasta alcanzar ese punto.

Si supiéramos cuándo veríamos resultados, nadie se detendría a medio camino. La incertidumbre hace flaquear la confianza y, sintiéndose ansioso, uno puede llegar a renunciar.

Además, es común que los problemas surjan justo después de haber agotado todas nuestras fuerzas. Sin embargo, esto es una señal de que estamos cerca de lograr nuestros propósitos. Es en ese momento que se demuestra nuestra verdadera valía: si nos rendimos o si seguimos adelante con un esfuerzo extra.

Reflexionando más adelante, nos daremos cuenta de que los momentos en que más brillamos fueron mientras luchábamos desesperadamente por el logro. En tales momentos, Oyasama nos anima diciendo: «El tesoro está ante tus ojos. ¡Sigue adelante!».

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