¡Qué bien que has regresado!

2023/12/01

Oyasama le dijo a una fiel que había llegado a la Residencia en medio de una tormenta de nieve:

«Seas bienvenida. Has llegado aquí de la mano de Dios Oyagami. Pasaste un gran peligro al resbalarte. Pero, estabas alegre. Sah, sah. Dios ha aceptado tu corazón. Dios todo lo recibe. Alégrate, alégrate, porque Él te protegerá, alégrate».

Imaginemos una escena de los días en que Oyasama estaba presente físicamente.

En algún lugar, un hombre se encontraba sufriendo en agonía al verse afectado por una enfermedad o un problema circunstancial indescriptible. Pasaba las noches sin poder dormir debido al dolor atroz, y por mucho que llorara y gritara, nada parecía cambiar.

Estando en tal situación fue que escuchó rumores acerca de una diosa viva en la región de Yamato que podía salvar y resolver cualquier sufrimiento. Una luz de esperanza se encendió en su corazón, y no pudo quedarse quieto; anhelaba visitarla a toda costa. Determinado, emprendió un viaje arduo y peligroso en el que depositó su última esperanza. En esa época, como no existían automóviles, autopistas, ferrocarriles ni trenes de alta velocidad, la única opción que tenía era caminar durante días.

Recitando «Oyasama, Oyasama, Oyasama…», su corazón latía con impaciencia. En su trayecto se encontró con caminos espinosos, montañas y valles, acantilados escarpados, ríos sin puentes, páramos, entre otros, e incluso no le importaba dormir al aire libre. A pesar de ser bañado por el intenso sol o azotado por vientos glaciales, solo se concentró en dirigirse hacia el Yiba. Aunque exhausto, en su afán de visitar a Oyasama, siguió caminando con el rostro pálido por las sendas campestres y finalmente logró llegar a la Residencia.

Oyasama lo recibió sonriente con los brazos abiertos, diciendo: «¡Seas bienvenido!», «¡Qué bien que has regresado!», «¡Te estaba esperando! ¡Te estaba esperando!», «He aceptado tu sinceridad», «Te salvaré», «Te curarás», «Estás destinado a ser salvado».

Ella tomó firmemente sus manos y lo abrazó cálidamente. Todos los que tuvieron la oportunidad de ver la hermosa y sublime sonrisa de Oyasama, y palpar la calidez de sus manos quedaron profundamente conmovidos, temblando de emoción al sentir: «Aunque las personas de todo el mundo hablen mal de mí, Oyasama está a mi lado siempre y en cualquier momento. Ella me comprende totalmente». Y cuando se dieron cuenta, tanto las enfermedades como el corazón ya habían sanado. Con una convicción firme de que con solo contar con la presencia de Oyasama podrían hacer frente a cualquier situación, las personas se levantaron con determinación en medio de los nudos y superaron así las dificultades.

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